Las cartas de esta época, reflejan una creciente toma de conciencia política y social que se iba formando en el Che a raíz de las condiciones de los países que iba visitando.
Casos como el de Bolivia le conmovieron profundamente y ya en Costa Rica, tras haber conocido de cerca el poderío de la United Fruit Company, escribió: “Tuve la oportunidad de atravesar los dominios de la United Fruit y me convencí una vez más de lo terribles que son estos pulpos capitalistas. He jurado ante un retrato del viejo y llorado camarada Stalin, que no descansaré hasta ver su aniquilación. En Guatemala me perfeccionaré y conseguiré lo que necesito para ser un auténtico revolucionario”. (Diciembre 10 de 1953).
Aunado a esto, su indisimulable condición precaria también crecía; las medidas estrictas de alimentación (se propuso que su único alimento del día sería un plátano), la necesidad de vender hasta su ropa y disponer sólo de tiempo para leer, observar y escribir, le llevaron incluso a afirmar su autonomía en una serie de cartas que demuestran su humor característico de toda la vida: su padre, tras intentar enviarle dinero y recibir la negativa de Ernesto, decidió enviarle un nuevo traje que sustituyera al menos el que había tenido que vender para obtener dinero.
El Che, decidido en su postura le respondió: “Qué poco valor tiene la ropa argentina: ¡me dieron sólo cien dólares por lo que me enviaste!”.
El 24 de diciembre del año 53, Ernesto y Gualo (su compañero de viaje desde Ecuador), llegaron a Guatemala. Las condiciones políticas y sociales del país centroamericano fueron las propicias para marcar el nacimiento del Che Guevara.
Testigo directo de la convulsa situación guatemalteca, en parte consecuencia de la indescriptible carrera política que arrastraba el país desde décadas atrás, y en parte consecuencia de las reacciones que las políticas izquierdistas de Jacobo Árbenz generaba en dicho país, el incierto futuro de los guatemaltecos estaba marcado por la inestabilidad.
Árbenza, tras su llegada al gobierno, había ido demostrando gradualmente una voluntad revolucionaria sin precedentes, necesaria en un país que veía devorados sus esfuerzos por la incesante maquinaria capitalista, oligárquica e impune, que usaba territorios sin pago de impuestos, empleaba nativos guatemaltecos en condiciones nada distintas a las esclavistas y negaba las prestaciones más básicas de respeto a las condiciones y necesidades humanas.
Como era de esperarse, las reacciones norteamericanas se hicieron notar en cuestión de meses, culminando definitivamente en la dimisión de Árbenz y los suyos, enmarcada en un ambiente de violencia y fuego, innegablemente vistoso ante los ojos del Che.
Su conciencia revolucionara, cada vez más enfilada a la importancia de las movilizaciones armadas para el cambio social, tomó vuelo en medio de ese cielo guatemalteco colmado de balas y aviones en caída, cuyo suelo era también vertedero de sangre nacida de los cuerpos atravesados por las balas.
(Continuará).
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