21 de octubre
de 2015, sala llena, boletos agotados desde casi una semana antes. Era la fecha
indicada por la ficción, una historia ficticia que marcó una época generando
fenómenos, todo un lugar cultural y de historia, en fin, una historia de culto.
Desde semanas
antes se preparaba la antesala: memes, conmemoraciones, homenajes, noticias,
cortos alusivos y anuncios del lanzamiento de objetos representativos de la
trilogía: esos tenis Nike autoajustables; Pepsi Perfect; reediciones en Blu-Ray
y hasta rumores de una cuarta parte no menos que imposible: Christopher Lloyd
es casi un octogenario y Michael J. Fox sufre Parkinson desde principios de los
años 90.
Pero el
legado está ahí, tres décadas después y miles alrededor del mundo esperaron
impacientes para conmemorarlo.
Esa sala
estaba llena, las luces prendidas y el leve rumor de la espera. ¿Cuántos
DeLorean hay en un momento específico de la película? ¿Marty se pudo haber
desintegrado? ¿Por qué el Doc leyó la carta que Marty le dejó en 1955
advirtiéndole de su muerte a manos de los Libios? “Usted es el Doc, Doc”… y demás.
Los sonidos
particulares de las cosas las hacen presentes con lo mínimo, y ese comienzo tan
único de la parte II, tan pequeño y discreto, puso en silencio a la sala.
Sin embargo,
las luces no se habían apagado.
Silbidos,
algunos gritos, ciertos abucheos, bromas y molestia; mi papá, identificando a
los de su generación me dice: “Ja, sí, sí son de la época”.
Las quejas no
paran, la película sigue y las luces siguen prendidas. Marty en pantalla con
Jennifer y justo cuando el Doc irrumpe en la escena a bordo del DeLorean (ya el
segundo DeLorean, el de Mr. Fusión) la luz se apaga de golpe.
Entonces
empezó la historia.
La simpleza
del momento facilita las risas; la actuación siempre exagerada del Doctor Brow
siempre es cómica y agradable, Marty, ligeramente más tranquilo es un joven
aventurero, viajero en el tiempo, que no soporta que le llamen “gallina”.
Y llegó la
primera frase de muchas que sin duda podría ser identificada casi por
cualquiera: el Doc avanza en reversa, se detiene y se prepara para despegar,
Marty viendo el panorama de la calle le advierte que no hay suficiente camino para
acelerar y lograr las 88 millas por hora necesarias para el despegue, el Doc se
acomoda sus lentes futuristas y contesta: “Marty, a donde vamos no necesitamos…
caminos”. Y despega en vertical hacia el 21 de octubre de 2015.
De inmediato
se encuentran en un panorama oscuro en medio de un tráfico de autos que vuelan,
Marty no entiende y luego de preguntarle al Doc dónde y cuándo están, llegó el
momento más icónico de todos: el Doc le muestra el tablero de las fechas de
viaje; el tablero llena la gran pantalla y el miércoles 21 de octubre de 2015
aparece haciendo celebrar a todos, aunque la realidad representada sea
considerablemente distinta.
El Doc, Marty
y Jennifer llegaron a Hill Valley California el día señalado a las 16:29 horas.
Y así la sala
11 de Cinépolis se convirtió en una cápsula del tiempo donde decenas de
personas viajaron durante horas a un pasado no tan remoto que aun siendo pasado
los llevó de vuelta al futuro.
La historia
estaba ahí siendo contada una vez más después de casi 30 años, la memoria de
quienes la vieron en el cine o en algún VHS pirata se activaba con los pasajes
más representativos de la película, sus escenas, diálogos y su música; la
historia llevó a algunos a encontrarse en el único 21 de octubre de 2015 de
todos los tiempos, un día que no se repetirá jamás, y al que sólo se pudo, se
puede y se podrá llegar gracias a una máquina del tiempo.
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