lunes, 26 de octubre de 2015

Che Guevara: el médico guerrillero que visitó León. Parte 4



foto:gtobe.com
 

En abril de 1954, Ernesto Guevara de la Serna llegó a León, Guanajuato. Experto en Alergología, en su papel de médico, viajó para participar en el Noveno Congreso de Alergistas, junto a su colega Fernando Martínez Cortés.

Como médico del Hospital General (tiempo antes le habían otorgado un puesto en el servicio de Alergología del mismo hospital, en México) presentó su ponencia “Investigaciones cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos” que más tarde sería publicada en la Revista Iberoamericana de Alergología en 1955. (Proceso, 2012).

Poco se ha hablado y escrito sobre esta visita a la ciudad de León, quizá porque representa un aspecto menor de la etapa de madurez del Che, esa en que se acentuaban las tensiones entre su ser como médico y como aventurero. Sin embargo, serían momentos como este, en que se sobreponía su condición de médico en que se reafirmaba esa lucha interna que más de una vez externó llevando a condiciones de otro tipo.

De su paso por León no se tienen recuentos concretos o amplios quizá también por el evidente estado de anonimato o desconocimiento que en aquél entonces tenía el médico argentino, cuyo perfil no era más que el de un advenedizo más o menos harapiento que constantemente mantenía el pecho erguido en supuesta señal de altivez, cuando era más por obligación asmática.

Sin embargo su paso por México marcó el camino entre lo que fue y lo que se convirtió.

Tras entrar en contacto con el círculo subversivo del movimiento castrista que planeaba su retorno a la isla para derrocar la dictadura batistiana, sus tendencias revolucionarias forjadas en los países que había visitado a lo largo de sus viajes encontraron una salida. Un escape.

Casi enamorado de Fidel, a quien describió como “muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia” el Che decidió unírsele en la expedición subversiva asumiendo su papel como médico.

Para su suerte o desgracia, días después Hilda le confesó que estaba embarazada.

Esta situación aceleró la necesidad del matrimonio que finalmente se consumó el 18 de agosto en Tepotzotlán.

Hacia 1956, meses antes de la partida definitiva a la isla caribeña nación Hildita, su primogénita.

Sin embargo, a pesar del alumbramiento, la boda y los planes revolucionarios, las cosas llegaron a complicarse seriamente, comprometiendo la expedición.

Hacia junio del mismo año, Evaristo Venéreo, asiduo concurrente a las reuniones en el departamento de María Antonia (donde se reunían los exiliados cubanos y planeaban la insurrección) delató a los implicados en el movimiento y para el 24 de junio, el Che y varios de sus camaradas cayeron en una redada policial.

Según la Dirección Federal de Seguridad, el médico argentino era el cabecilla principal de un círculo de conspiradores cubanos y ciertas organizaciones comunistas de naturaleza internacional.

Tras confesar sin reservas su inclinación marxista y extender su reclusión por varios días, el Che y sus compañeros fueron liberados.

Al argentino se le recomendó abandonar el país, indicación que desobedeció permaneciendo en México a la espera de la señal de Fidel, tras la cual tomarían un barco en algún puerto del sur mexicano para cruzar el mar caribe y llegar a Sierra Maestra, Cuba, donde los esperaba un ejército ya preparado.

El 25 de noviembre fue el día: más de ochenta hombres abordaron el ya famoso Granma con un destino geográfico definido pero un destino personal incierto.

Para el Che era el momento decisivo de inicio en que sus polos interiores se enfrentaban con fuerza tratando de definir al revolucionario o al médico y que se enfrentarían años después cuando, ganada la revolución, habría de definirse entre su papel de revolucionario triunfante o estadista.

La llegada a Cuba fue no menos que accidentada rayando en lo trágico al punto que Guevara escribiría: “Más que un desembarco fue un naufragio”.

Pisando suelo cubano, en ese manglar caribeño invadido por las balas comenzaría la conversión histórica de un personaje que dejó su vida en los hechos, demostrando lo que decía con las palabras.

El Che comenzaba a nacer cuando herido tenía que decidir si correr por su vida y salvar al revolucionario para hacer la revolución o cargar una pesada caja de medicamentos para salvar al médico y a sí mismo.

Decidiéndose por el revolucionario sin abandonar del todo al médico, el Che escribió la historia propia y la de un pueblo, que terminó en Bolivia un 9 de octubre de 1967 cuando dos balas le perforaron el cuerpo poniendo fin al hombre pero no a la leyenda, al mito, al ejemplo.

 

FIN

 

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