Primera parte.
Todo empezó
después de un tochito. Alumnos de las
Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional se enfrentaron a alumnos
de la Preparatoria Isaac Ochoterena, entonces incorporada a la UNAM.
Era el 22 de
julio de 1968.
Según Gustavo
Castillo (La Jornada, 2008) los preparatorianos politécnicos apedrearon
entonces la fachada de la Isaac Ochoterena; al día siguiente, los
enfrentamientos se repitieron.
Para el
segundo día, se afirma que ya había pandilleros y provocadores infiltrados. Los
enfrentamientos entre estudiantes y granaderos se complicaron así que estos
tomaron las instalaciones de las vocacionales 2 y 5 del IPN.
La violencia
fue en ascenso; una de las primeras víctimas graves, una maestra que al parecer
perdió el ojo.
La toma de
las instalaciones de las vocacionales contrastaba con la supuesta indiferencia
que el gobierno había mostrado hacia los conflictos de pandillas y estudiantes.
Lo cierto es que el sistema de infiltración del gobierno entre los estudiantes
no era novedad.
Escribe
Castillo (2008):
Documentos elaborados por
la Procuraduría General de la República (PGR) señalan que, además de las
pandillas Los Araños y Los Ciudadelos, los porros Alfonso
Torres Saavedra, El Johnny, Sergio Romero y El Fish, azuzaron
la gresca entre los estudiantes y después el enfrentamiento con los granaderos,
el cual se extendió de la Plaza de la Ciudadela a las calles de Bucareli,
Versalles, Tres Guerras, Abraham González y Lucerna.
Y añade:
…desde 1967 la función de
El Fish “era mantener un sistema de
información sobre lo que acontecía en los medios universitarios (…)”.
Era de
esperarse que los eventos represivos desataran una ola de manifestaciones como
muestra de rechazo a las medidas que las fuerzas policiales habían tomado sobre
y contra los estudiantes.
Según
Gilberto Guevara Niebla, estudiante de la UNAM y protagonista del movimiento en
el 68, el historial de movimientos sociales que ya se tenía en México para
entonces demostraba que la mayoría de los actos represivos se habían dado en
provincia, de modo que, sólo tocada marginalmente por las fuerzas policiales,
la capital debía estar preparada para reaccionar contra cualquier injerencia
violenta y represiva sobre los movimientos que se desarrollaran en ella.
Fue así que, el 26 de julio se escribió el segundo capítulo de la trama represiva que
desembocaría en el 2 de octubre en Tlatelolco.
El
contingente de estudiantes en manifestación ante los actos del 22 y 23 de
julio, organizado por los politécnicos y encabezado por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, se encontró con el contingente de estudiantes de la
Universidad Nacional que conmemoraban el 15 aniversario del asalto al Cuartel
Moncada, considerado el origen de la Revolución Cubana.
Ambos
contingentes se reunieron en la Alameda Central y avanzaron hacia el Zócalo;
entre las calles Cinco de mayo y Palma se da el encuentro con los granaderos
generando un choque violento.
Una de los
detalles más comentados en este punto es la existencia, negada y afirmada
varias veces, de las famosas piedras en los botes de basura.
“¿Desde
cuándo los capitalinos tiran piedras en los basureros?”, pregunta Elena
Poniatowska en “La noche de Tlatelolco” (libro por cierto alabado y polémico
tras las acusaciones de plagio y tergiversación hechas por Luis González de
Alba, protagonista del movimiento, contra la autora, quien habría hecho mal uso
de cierto material de “Los días y los años”, su primera novela).
Por el
contrario, Jaime García Reyes, de la Escuela Superior de Economía del IPN
declaró: “No recuerdo que hubiera piedras en los basureros. Nosotros hicimos
las piedras con las alcantarillas”.
(Continuará).
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