viernes, 2 de octubre de 2015

Y el pueblo ofendido, abrirá los ojos (parte1)

México, 2 de octubre de 1968. Diez días antes del inicio de los Juegos Olímpicos.

foto: google
 
Primera parte.

Todo empezó después de un tochito. Alumnos de las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional se enfrentaron a alumnos de la Preparatoria Isaac Ochoterena, entonces incorporada a la UNAM.

Era el 22 de julio de 1968.
Según Gustavo Castillo (La Jornada, 2008) los preparatorianos politécnicos apedrearon entonces la fachada de la Isaac Ochoterena; al día siguiente, los enfrentamientos se repitieron.

Para el segundo día, se afirma que ya había pandilleros y provocadores infiltrados. Los enfrentamientos entre estudiantes y granaderos se complicaron así que estos tomaron las instalaciones de las vocacionales 2 y 5 del IPN.

La violencia fue en ascenso; una de las primeras víctimas graves, una maestra que al parecer perdió el ojo.

La toma de las instalaciones de las vocacionales contrastaba con la supuesta indiferencia que el gobierno había mostrado hacia los conflictos de pandillas y estudiantes. Lo cierto es que el sistema de infiltración del gobierno entre los estudiantes no era novedad.
Escribe Castillo (2008):

Documentos elaborados por la Procuraduría General de la República (PGR) señalan que, además de las pandillas Los Araños y Los Ciudadelos, los porros Alfonso Torres Saavedra, El Johnny, Sergio Romero y El Fish, azuzaron la gresca entre los estudiantes y después el enfrentamiento con los granaderos, el cual se extendió de la Plaza de la Ciudadela a las calles de Bucareli, Versalles, Tres Guerras, Abraham González y Lucerna.

Y añade:
…desde 1967 la función de El Fish “era mantener un sistema de información sobre lo que acontecía en los medios universitarios (…)”.

Era de esperarse que los eventos represivos desataran una ola de manifestaciones como muestra de rechazo a las medidas que las fuerzas policiales habían tomado sobre y contra los estudiantes.

Según Gilberto Guevara Niebla, estudiante de la UNAM y protagonista del movimiento en el 68, el historial de movimientos sociales que ya se tenía en México para entonces demostraba que la mayoría de los actos represivos se habían dado en provincia, de modo que, sólo tocada marginalmente por las fuerzas policiales, la capital debía estar preparada para reaccionar contra cualquier injerencia violenta y represiva sobre los movimientos que se desarrollaran en ella.

Fue así que, el 26 de julio se escribió el segundo capítulo de la trama represiva que desembocaría en el 2 de octubre en Tlatelolco.

El contingente de estudiantes en manifestación ante los actos del 22 y 23 de julio, organizado por los politécnicos y encabezado por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, se encontró con el contingente de estudiantes de la Universidad Nacional que conmemoraban el 15 aniversario del asalto al Cuartel Moncada, considerado el origen de la Revolución Cubana.

Ambos contingentes se reunieron en la Alameda Central y avanzaron hacia el Zócalo; entre las calles Cinco de mayo y Palma se da el encuentro con los granaderos generando un choque violento.

Una de los detalles más comentados en este punto es la existencia, negada y afirmada varias veces, de las famosas piedras en los botes de basura.

“¿Desde cuándo los capitalinos tiran piedras en los basureros?”, pregunta Elena Poniatowska en “La noche de Tlatelolco” (libro por cierto alabado y polémico tras las acusaciones de plagio y tergiversación hechas por Luis González de Alba, protagonista del movimiento, contra la autora, quien habría hecho mal uso de cierto material de “Los días y los años”, su primera novela).

Por el contrario, Jaime García Reyes, de la Escuela Superior de Economía del IPN declaró: “No recuerdo que hubiera piedras en los basureros. Nosotros hicimos las piedras con las alcantarillas”.  



(Continuará).
 

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